Calidad y articulación de la educación: Una tarea para la Región del Biobío.

Tres son los grandes desafíos que enfrenta hoy la educación. El primero es la calidad, desde la pre-básica hasta la formación superior. Más del 90 por ciento de los jóvenes de la Región que rinden la PSU obtiene menos de 600 puntos y la mayoría de los buenos puntajes son de egresados de establecimientos particulares pagados. Es esencial entonces fortalecer la calidad de la educación en todos sus niveles y para ello se requiere de políticas públicas que apunten en este sentido. No sólo desde el Ministerio: También es posible y se necesita desarrollar planes regionales de mejoramiento de la enseñanza municipal en nuestros territorios.

Hay además un dato adicional que es importante considerar: Si se observa la forma en que se distribuye la pobreza y la indigencia en la región, vemos que corresponden a menores de 0 a 17 años. En la Región debemos hacernos cargo de esta realidad y potenciar los planes de salud, alimentación y otras iniciativas que promueven la incorporación y permanencia de estos niños en el sistema de educación.

Otro gran desafío del sector es la articulación vertical y horizontal de la educación superior, para facilitar el circuito que posibilita la movilidad social. El salto en el ingreso lo provoca la educación terciaria, por lo tanto se deben generar las condiciones para que los jóvenes puedan transitar con fluidez a través de los distintos ciclos formativos. Un esfuerzo pionero en este tema lo está desarrollando la Universidad del Bío-Bío, mediante el proyecto de implementación de un sistema territorial de educación. La propuesta está orientada a la vinculación curricular de la enseñanza media, técnica, superior y la capacitación y considera, además,  la creación de un espacio de análisis, sistematización y prospección, que favorezca la coherencia entre la formación de capital humano y las necesidades regionales.

El tercer desafío fundamental es fortalecer la articulación de las universidades con el mundo empresarial, el sector público y las organizaciones ciudadanas. Nos falta generar mayor cercanía, derribar las desconfianzas y, en este ánimo, buscar un lenguaje que rompa las distancias. El lenguaje científico – técnico contribuye muchas veces a profundizar la desarticulación entre los distintos actores. Hay una suerte de interface que es urgente abordar y corregir, tarea en la que las autoridades políticas y académicas tenemos mucho que aportar.

Un buen ejemplo es la Estrategia Regional de Desarrollo 2015 – 2030, que se elaboró participativamente y que, más allá de reuniones en que se expresan voluntades, permitió generar programas específicos. Debemos persistir en esta experiencia, manteniendo la convocatoria al trabajo inter sectorial y sin insistir en una artificial rivalidad entre instituciones públicas y privadas, más aún si ésta responde a miradas meramente ideológicas. Chile y nuestra región necesitan de convergencia para alcanzar el desarrollo.

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