“Que la PSU sea culpable de la desigualdad es como decir que de la fiebre es culpable el termómetro y no la enfermedad”.
Es verdaderamente increíble como algunos levantan su voz acusando a la PSU por la desigualdad en el país. Que la PSU sea culpable de la desigualdad es como decir que de la fiebre es culpable el termómetro y no la enfermedad.
Evidentemente los sistemas de selección y de admisión son perfectibles, en eso está el Cruch y para eso contrató, junto con el Mineduc, una evaluación externa internacional, el Informe Pearson.
Del mismo modo; las políticas públicas, los planes, programas y proyectos son siempre instrumentos en evolución y mejorables según los momentos históricos. Pero las cosas se confunden, ocultan o desvían con facilidad debido a que por estos días todo se politiza y los grupos de interés se culpan unos a otros.
Es ese comportamiento cortoplacista y excluyente de algunos actores el que nos coloca frente a la brutal evidencia de ser aún un país todavía en vías de desarrollo porque, debe usted saber, este no se mide sólo por los 18 mil dólares percápita de hoy. Por el contrario, ser un país más rico pero con mayor desigualdad, es una vergüenza que nos llama a buscar soluciones serias y urgentes.
¿Será tan difícil comprender un asunto tan evidente? Creo que no.
Pensemos juntos en la siguiente secuencia: Se desprestigia la PSU, de paso al Cruch y la Educación Pública, se elimina el sistema único de selección para el ingreso a la educación superior y, con ello, se consolida la segregación de los grupos sociales. A la educación ya segregada y con desigual calidad, se le agregan múltiples sistemas de selección aunque también segregados poniéndole así fin a todo vestigio de acceso transparente y por mérito a la educación superior. Es decir sistemas de selección y acceso separados para pobres, medios y ricos.
Por cierto, mientras se diga que la PSU es culpable se tiende una cortina de humo que impide ver el verdadero problema: la aberrante desigualdad, resultado de un Estado tan irresponsablemente ausente que hoy somos el país más desigual de la OECD y estamos entre los top ten del mundo.
Debemos comprender que la desigualdad no es algo normal, es un flagelo que afecta distintas dimensiones en la vida nacional incluida la propia democracia. Y en el caso específico, no es la PSU es la desigualdad.
Para tener un Chile que sea más CHILE para todos, debemos concentrarnos en enfrentar la desigualdad mediante un gran acuerdo por la integración social y no evadirnos con los instrumentos porque siempre podemos mejorarlos.